Y ese hombre tan cambiante, tan etéreo como constante y solido, tan real por sus propios méritos como por los méritos de quien al amarlo, lo inventa
Calma la lluvia de mis ojos con el sol de tu sonrisa.
Arrúllame con el arco iris de tus abrazos,
Ponle color a las nubes de mi melancolía.
Has de las ofensas dichas una canción de mar,
Cántala con la voz de tu alma.
Hazme una cama en la constelación de tu cuerpo,
Cúrame y abrázame con tus alas de ángel.
Regálame la serenidad de tus ojos a mi corazón intranquilo.
Cuéntame un cuento,
que sea el del Principito,
Y dime que las rosas no tenemos espinas por pura maldad,
Dime que las tenemos para protegernos de los tigres.